Así, como a diario te suceden cosas, también tienes una imagen de lo que quieres lograr a futuro.
Desde ahí, surge la planificación con la cual se pretende lograr un objetivo.
Las emociones asociadas a las acciones, ayudan a ubicar el emplazamiento mental. Es decir, dónde estas ubicado, desde dónde haces lo que haces. Esto permite descubrir si se esta haciendo el Proyecto, desde un lugar creciente.
A nadie se le ocurriría planificar su vida desde un estado de ofuscación o alteración. En una planificación será conveniente comprender desde dónde se la hace.
Deben estar claramente expuestas las
prioridades; ha de distinguirse entre tangibles e intangibles a obtener; se fijarán
plazos e indicadores intermedios y, desde luego, convendrá aclarar cuál es la
dirección mental desde la que se lanza el proyecto, observando si se trata de
una compulsión, un impulso, un deseo intenso o vehemente de hacer una cosa, o de un razonable cálculo ajustado a la consecución del objetivo.
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