Lograr la paz interna, en la cotidianidad, pareciera una fábula en un mundo que camina rumbo a destinos inciertos. Recuerdos de una época de abundancia y libertad, paisajes que alguna vez han surcado la imaginación, deseos que se persiguen a diario, todos son instantes de momentos inexistentes. Traen ansiedad, tristeza, enojo, depresión.
Vivir en esos momentos, los de la imaginación, alejados del momento en que se vive, restan en la posibilidad del logro de un equilibrio emocional que nos acerque a la paz interior que se anhela.
Tener conciencia de que esos pensamientos alejan a las personas del centro de gravedad, donde se encuentra la verdadera paz, es un paso importante en la reconstrucción del camino al equilibrio.
La cabeza divaga en la dirección que cada quien desee, dura el tiempo que se permanezca en ese sitio de proyecciones, si dejamos que los pensamientos desoladores acompañen el cotidiano vivir se estará profundizando una huella cada vez más dolorosa, si en cambio, se cae en ese "darse cuenta", rápidamente podría reemplazarse las divagaciones negativas por otras que traigan luminosidad a lo que se piensa. Las condiciones externas seguirán siendo las mismas, mas la condición interna cambiará y con ella nuestra visión de esa condición externa.
En tanto, hagamos el ejercicio a diario de estar atentos a nosotros mismos, cuando surjan esos pensamientos que nublan nuestra emoción, rápidamente podremos modificarlos atendiendo a la experiencia del momento presente, si estamos mirando una flor saber que se está mirando esa flor y no haciendo otra cosa, concentrar la atención en esa experiencia hasta que, poco a poco, la mente se calme, acercándonos a esa sensación de paz y bienestar que tanto bien aporta a la salud física y mental sumando al equilibrio emocional.
Vivir en el presente es una práctica para la cual no nos han educado. Aprendamos esta nueva manera.
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